COMER: DOPAMINA Y PLACER
Comer para las personas trasciende de la necesidad de la alimentación. Por ende, degustar e ingerir lo que nos gusta implica placer sensorial que activa la liberación de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas, que mejoran nuestro estado de ánimo y generan la sensación de bienestar. Sin embargo, no todo lo que ingerimos o comemos nos garantiza la salud del organismo.
En este sentido, psicológicamente comer es tan placentero para la humanidad como el sexo, porque activan el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina y otras hormonas que refuerzan la excitación inmediata de disfrute. Por esta razón, el marketing de productos procesados de alimentos y bebidas enfocan las estrategias de persuasión y manipulación subliminal de estos productos con las emociones placenteras. De manera implícita, la sexualidad subliminal como herramienta de conexión psicológica dirigida al subconsciente.
Ejemplo de lo expuesto anteriormente, son las campañas publicitarias de bebidas gaseosas y alcohólicas, de dulces entre otros productos procesados y ultraprocesados, estableciendo asociación entre las dos sensaciones más placenteras y adictivas para el cerebro humano: el sexo y la comida.
Estas estrategias pueden representar una herramienta positiva para incitar a las personas al consumo de alimentos que permitan concientizar respecto a la sana y adecuada alimentación y garantizar la salud y el bienestar, considerando que es nuestra naturaleza biológica la recompensa y el placer.
En consecuencia, la proyección psicológica de la alimentación debe considerarse como un factor de satisfacción consciente y saludable sin que signifique para la psiquis un sacrificio o una condición adversa al placer sensorial de comer. Que exista un estado de consciencia que nos permita estar alertas, ser responsables y establecer una percepción positiva, grata y placentera de la alimentación saludable y nutritiva; evitando pecar en el extremismo o fanatismo que desequilibran nuestro organismo y nuestras emociones de un modo sumamente negativo.
Privar al ser humano de su naturaleza, solo conlleva a resultados nefastos, no se debe privar el sexo como tampoco se debe privar comer. Por el contrario, se deben estimular estos placeres orientados al bienestar real respetando las condiciones de cada organismo humano, la cual es único genéticamente.
Cabe destacar, que la intensidad del placer al comer es subjetiva, varía según las necesidades de cada persona y su contexto. Por ejemplo, el placer de comer será acorde a su cultura, entorno, la condición de horario de ingesta de comida, la sensación del hambre y las emociones que le invitan a satisfacer esta necesidad. Respeto al sexo, igualmente dependen de la intensidad de factores emocionales, fisiológicos y culturales tan similares como la percepción mental de comer, entendiendo que ambas representan para la mente: necesidad y recompensa.
En el ámbito de la función evolutiva del ser humano, tanto la comida como el sexo son esenciales para la supervivencia de nuestra especie, ya que nos garantizan energía vital. En el tiempo, cambian las maneras, las percepciones y definiciones en algunos casos acertadas y en otros inadecuadas de recompensar al cerebro la necesidad placentera de comer y la satisfacción sexual.

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