Divos de la politiquería promueven la “Oclocracia”


Por: Erika Calanche Ramos
Maracay_2019:. Los personeros que se proclaman líderes revolucionarios en Venezuela, quienes ocupan cargos de administración y gestión de servicio público y social (gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y representantes institucionales del Estado) se muestran ante la mayoría de los venezolanos como sus líderes y salvadores revolucionarios “Divos de la Politiquería”, quienes en las mieles de los poderes ostentan a la adulación y sumisión del pueblo mismo.

Estos “divos” a su vez, promueven procedimientos sociales y económicos que subyugan a la población venezolana al consumo condicionado de alimentos a través del Comité Local de Abastecimiento (CLAP), la dependencia de montos mensuales denominados como “Bonos” que no suplen la realidad económica de la cesta básica y la manutención de un hogar promedio (5 personas) y menos aún incentiva la productividad, la garantía de sueldos dignos, vulnerando la calidad de vida de las mayorías de la población y las comunidades.

Aunado a ello, los programas que se crearon como ministerios paralelos en el sector salud y educativo y los planes de servicios públicos se quedaron plasmados en el Plan del Libro Rojo, herencia de Hugo Chávez Frías, como proyecto revolucionario que se ha enlodado en la demagogia y se ha menoscabado a causa de las acciones ilícitas.

He aquí donde vence y declina un proyecto que nació bajo la premisa Bolivariana “Revolucionaria”, en este punto es preciso enfatizar de manera subjetiva que la mayoría de los venezolanos se identificó con el plan de nación que prometió “Soberanía, Calidad de Vida y la Mayor Suma de Felicidad Posible”, elevando la fiel creencia y esperanza de forjar una Venezuela Heroica plena en consciencia, independencia y prosperidad. Sin embargo, esta ilusión perece ante la realidad nefasta que viven los venezolanos causada por una hiperinflación que se atañe de manera lúgubre a factores externos de las políticas desacertadas.

En consecuencia, estos mecanismos falibles traen consigo la oclocracia, es decir, gobiernos que otorgan falsos poderes e implementan populismos que degeneran la democracia, entendiéndose que la mayoría de los que se integran por necesidad a éstos sistemas se relacionan de manera íntima con la tiranía y la mezquindad, donde pierde todo valor humanista y socialista. Por ende, la doble moral está a la orden en los diversos espacios sociales.

En este sentido, en Venezuela el sistema que impera corresponde a formas impuras de gobierno, donde la corrupción yace en las venas de las mayorías; por ejemplo el ciudadano común que encarece de manera desmedida los productos de primera necesidad como alimentos y medicinas coloquialmente conocidos como “Bachaqueros”, funcionarios que a través de su investidura se suman al contrabando, distribución y posicionamientos de los mencionados productos.

Más allá, si se profundiza la óptica de la verdad, el juego es sumamente perverso y bizarro, porque las negociaciones geopolíticas literalmente boicotean el Estado de Derecho de la nación. Se viola y desgarran los valiosos y naturales activos de éste país para ofrecerlos al mejor postor. En este momento histórico le corresponde a los poderosos de Rusia y China tomar posesión de la explotación minera, gasífera y petrolífera de ésta genuina tierra. Ciertamente, en el pasado esta dama bien codiciada por inversionistas extranjeros fue víctima de los desmanes de sus representantes y la influencia extranjera norte americana, hoy la realidad es aún más desmoralizante.

En esta situación, etimológicamente, la democracia es el gobierno del pueblo que con la voluntad general legitima al poder estatal. Por su parte, la oclocracia es el gobierno de “la muchedumbre”; es decir, la masa es un agente de producción biopolítica que limita abordar asuntos políticos benéficos, ya que se presenta una voluntad viciada, confusa, inconsciente e irracional, por ende carece de capacidad de autogobierno y no prevalece en los principios necesarios para concebirse en acción y verbo como «pueblo». 

Cabe destacar, que las organizaciones políticas adversarias también son parte de este mefistofélico fruto “oclocracia” y de las acciones demagógicas, ya que están teñidos de la misma ilegalidad y violencia que se promueve bajo la premisa de “Libertad a la tiranía” igualmente anárquicos y asumen mecanismos facinerosos auspiciados por influencias o planes extranjeros para inducir intervenciones que vulneran el marco legal constitucional. Estas organizaciones que se definen de “Casta Política” se dirigen a las masas indiferentes a su realidad y a espalda de los intereses de las mayorías.

Esta degeneración del poder conlleva a la zozobra constante y al detrimento colectivo, los valores se denotan en una minoría honesta que es avasallada por el sistema. Empero, esta población minoritaria incrementa la incesante necesidad de emigrar con el objetivo de garantizar calidad de vida a su familia y optar al reconocimiento de la mano de obra acorde a sus ingresos. Esta alternativa genera a su vez un choque de ilusión vs realidad cultural en otros países, se enfrentan a la explotación laboral, la xenofobia y desmembrar sus núcleos familiares de primer grado de consanguinidad.

Lo alarmante de la oclocracia es la desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general. En efecto una mal concebida "voluntad de todos" o "voluntad de la mayoría", pero no de una voluntad general. Es decir, se impone la autoridad de la corrupción, pero nunca el gobierno de un pueblo.

Obviamente, esta situación es plena a los intereses de los oclócratas que ejercen el poder con el objetivo de enquistarse en el mismo, bajo su esencia perversa ofreciendo una ilusoria legitimidad en los sectores más indiferentes e ignorantes de la sociedad, volcando sus esfuerzos propagandísticos y manipuladores que se apalancan en planes infructuosos como el “Carné de la Patria”.

Estos personeros, incluso secuestran el sistema financiero y económico responsabilizando en este juego de poderes a las influencias extranjeras “imperiales” que son igualmente inmorales y nefastas a modo de concepción del reconocimiento de todos sus ciudadanos. Pues es bien sabido que estos poderosos que se pronuncian a viva voz del poder promueven en sus discursos la xenofobia, el racismo, la discriminación social y tratan con absoluta arrogancia la preservación de este magno planeta y sus originarios.

Se puede inferir entonces, que en el desarrollo de la política de “Divos”, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses del país, dirigiéndose el objetivo de la conquista al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones irracionales mediante estrategias que promocionan la discriminación, el fanatismo y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población. Además, los medios de comunicación y de los medios de educación son parte de estrategias claves del poder para la desinformación, ya que mantienen un dominio sobre las masas diseñando la ilusión de que se impone un legítimo poder político constituido sobre la voluntad popular.


En conclusión, la consciencia y los valores son imprescindibles para cambiar este sistema que se ha impuesto como modelo global de gobiernos.

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