LA DAMA NO TIENE MEMORIA
Por: Erika Calanche Ramos
Sus labios acarician o hieren, sus manos trazan la ruta de su destino en la misma frecuencia que sus piernas siguen el camino de su andar. Es errante, amante, constante e incluso obstinante.
La dama es la niña que sueña alerta, que confía y no teme jugar desnuda. Es rebelde incrédula, su conciencia le incita sentir fe y explorar sin temor lo desconocido.
Es la señora que llora para limpiar sus heridas, pero teme que sus pómulos sientan la grieta amarga de sus errores. La dama es la bruja que ha desdeñado una lista de ranas que han pretendido posarse en su vientre para sentir sus mieles. Es la damisela que besó sapos disfrazados de caballeros que fueron desnudados con pasión, locura y cordura.
La dama no tiene memoria, se ríe del pasado, reta al presente y le guiñe un ojo al futuro. No tiene planes, cada día es improvisado, es indómita, madre que aprende en desaciertos y forma a sus hijos bajo la premisa de la felicidad, el amor y el libre albedrío. Es dulce y austera en valores y conciencia.
No presume sus hazañas, ni vive glorias pasadas. Admira la sabiduría de aquellas damas que sintonizan su existencia en este vasto universo. Memoria? La dama en su memoria preserva unas hermosas trinitarias de dulces espinas donde en algún momento danzó descalza como mariposa en primavera.
En su memoria mar adentro, su cuerpo despojado en la arena se hizo fértil así como en aquella montaña gélida donde su vientre cálido concibió vida. Valor es su bandera, nadar implica hasta ahora una limitada realidad que su alma debe conciliar para adentrarse en el magnánimo mar y fluir profundamente.
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