NUESTRAS VOCES, TU VOZ Y MI VOZ EN UN MUNDO DE RUIDOS
Nuestras voces son amordazadas en un sistema que promueve
la distracción efímera y la angustia latente ante escenarios banales, bélicos e
inicuos que se apalancan en el espectro poderoso de ondas y redes tecnológicas que
castran de manera sublime la verdad y tergiversan la realidad de las mayorías.
Nuestras voces claman “Libertad”, un significante de
libertad basada en los mismos sistemas que someten y subyugan. Realmente, la
mayoría de las personas que elevamos o denunciamos situaciones adversas en pro
de la libertad, desconocemos el significado real e implícito de liberación.
Asimismo, clamamos “Paz”, una palabra que en esencia se
carece desde lo personal e interno de la humanidad. Gritamos el significante de
una “Paz” absolutamente vana que procede de factores externos que afianzan y le
otorgan legitimidad a programas y proyectos que auspician la guerra.
Nuestras voces gritan “Igualdad”, y aquí derivan
varias consignas: “Igualdad de Géneros”, “Igualdad Social”, “Igualdad Económica”,
entre otras tantas que surgen de estas mencionadas. En este contexto, también se
nos enseñó a exigir o elevar la voz por un significante superfluo de “Igualdad”
ya que la naturaleza de la existencia en sí misma es absolutamente desigual.
En consecuencia, la vida humana, animal, vegetal y
orgánica es totalmente diferente. Debemos en primera instancia aprender la
concepción de equidad para promover el significado real de “Igualdad”
entendiendo que esta definición se fundamenta en el órgano legal de las diversas
constituciones y preceptos de las estructuras lícitas de Estados de las diversas
naciones, “Igualdad” estipulada en nuestros deberes y derechos.
Es insensato concebir la “Igualdad” del ser humano en
pensamientos y sentimientos. Es decir, pensamos y sentimos de maneras
diferentes y eso es lo realmente extraordinario de nuestra naturaleza. Por
ende, en la equidad se eleva la posibilidad de acentuar en nuestra consciencia
los valores y la moral que garantizan el pleno ejercicio de nuestros deberes y
derechos.
Nuestras voces se rebelan en el afán de la bonanza y
la prosperidad material, a cambio sacrificamos la felicidad, la familiaridad,
la lealtad y el amor. Nos desplazamos de un lugar a otro otorgándole probidad y
poder a la codicia, la ambición y la banalidad material, convirtiéndonos en
borregos de la élite que nos seduce en esa vocecita sublime, falsa y divertida
que corrompe nuestro ser y nuestra esencia de vida.
Nuestras voces gritan justicia, otras simplemente la
murmuran y la fracción de la élite global la silencia con el sistema visceral e
impune del poder. De esta manera, las voces de la justicia, desgarradas en
llantos, indignación y frustración son frágiles e inconstantes. Y es que aún
siendo victimas o victimarios de la injusticia todos pecamos en este espiral
por desconocimiento del verdadero significado de la Justicia, otorgando
credibilidad a un concepto erróneo de esta palabra.
La Justicia es punible y su significado real nace en
la moral y la conciencia de cada persona en la acción. Es la integridad humana
y sus virtudes. Por lo general definimos como Justicia al hecho de juzgar y
determinar las acciones ilícitas o inmorales de las personas, asumiendo que de
esa manera se corrige al individuo, creyendo que se preserva el orden y la
armonía de convivencia social.
En este sentido, le otorgamos valor al juego perverso
de la doble moral. Juzgar ni siquiera es una acción punible, es simplemente determinar
el comportamiento de alguien y sentenciarlo legalmente o condenarlo
categóricamente en un cliché social (prejuicio). La Justicia en esencia, es
parte de nuestro ser, si nuestros valores, sentimientos, pensamientos y
consciencia se vulneran en el proceso de nuestra evolución por crianza,
educación y abrigo de nuestro seno humano (familiar – social) entonces nuestras
voces desde lo más interno son injustas, inicuas y quebrantables.
Tu voz puede ser coherente e incoherente, todo depende
del oído que te escuche. El punto es, que los oídos escuchan de acuerdo a su
consciencia e inconsciencia, acorde a sus sentimientos de bondad o maldad. La
necesidad de ser escuchados es latente en las mayorías. Tu voz puede ser
valorada o subestimada, incluso quienes adversan tu voz, te pueden escuchar con
el objetivo de establecer estrategias para tergiversar el mensaje o para utilizarlo
en tu contra; en el mejor de los casos pueden escuchar tu voz para reflexionar
y mostrar empatía.
Mi voz es vulnerable, cambiante y se transforma acorde
a mis emociones, sentimientos, pensamientos, valores y sensaciones. Mi voz manifiesta
sed de justicia, mi voz interior siente hastío ante tanta iniquidad, banalidad e
indiferencia. La mejor manera de proyectar mi voz es en la acción, en total
silencio. Mi voz en ocasiones puede ser una daga ante los oídos que no están
aptos para la verdad y para quienes incluso adversan la verdad.
Mi voz al igual que la mayoría de las voces, suena en
un cúmulo de mensajes que son aplastados, castrados y silenciados por el espectro
masivo creado por la élite para que las voces más sensatas, humanas e integras
jamás se escuchen, se perciban o se lean. Es antagónico que para las mayorías
es más cómoda la distracción, el morbo inicuo y fatuo creado de manera
intencional para saciar el ego, la arrogancia y la necia necesidad de mostrarnos,
la absurda sensación de aceptación y la latente ansia de poder que yace como un
gusano en el alma de la humanidad.
En este sentido, nuestras voces son simplemente distorsionadas
y acumuladas en ondas de energías que van y vienen. El oído más importante para
que nuestra voz tenga integridad, fundamento y sea verbo cargado de verdad,
humildad y nobleza es tu consciencia y ser interior (alma – espíritu).
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