NUESTRAS VOCES, TU VOZ Y MI VOZ EN UN MUNDO DE RUIDOS

 “En un mundo de ruidos, mutismo e impunidad nuestras voces se perciben ínfimas e ininteligibles” Erika Calanche R

Nuestras voces son amordazadas en un sistema que promueve la distracción efímera y la angustia latente ante escenarios banales, bélicos e inicuos que se apalancan en el espectro poderoso de ondas y redes tecnológicas que castran de manera sublime la verdad y tergiversan la realidad de las mayorías.

Nuestras voces claman “Libertad”, un significante de libertad basada en los mismos sistemas que someten y subyugan. Realmente, la mayoría de las personas que elevamos o denunciamos situaciones adversas en pro de la libertad, desconocemos el significado real e implícito de liberación.

Asimismo, clamamos “Paz”, una palabra que en esencia se carece desde lo personal e interno de la humanidad. Gritamos el significante de una “Paz” absolutamente vana que procede de factores externos que afianzan y le otorgan legitimidad a programas y proyectos que auspician la guerra.

Nuestras voces gritan “Igualdad”, y aquí derivan varias consignas: “Igualdad de Géneros”, “Igualdad Social”, “Igualdad Económica”, entre otras tantas que surgen de estas mencionadas. En este contexto, también se nos enseñó a exigir o elevar la voz por un significante superfluo de “Igualdad” ya que la naturaleza de la existencia en sí misma es absolutamente desigual.

En consecuencia, la vida humana, animal, vegetal y orgánica es totalmente diferente. Debemos en primera instancia aprender la concepción de equidad para promover el significado real de “Igualdad” entendiendo que esta definición se fundamenta en el órgano legal de las diversas constituciones y preceptos de las estructuras lícitas de Estados de las diversas naciones, “Igualdad” estipulada en nuestros deberes y derechos.

Es insensato concebir la “Igualdad” del ser humano en pensamientos y sentimientos. Es decir, pensamos y sentimos de maneras diferentes y eso es lo realmente extraordinario de nuestra naturaleza. Por ende, en la equidad se eleva la posibilidad de acentuar en nuestra consciencia los valores y la moral que garantizan el pleno ejercicio de nuestros deberes y derechos.

Nuestras voces se rebelan en el afán de la bonanza y la prosperidad material, a cambio sacrificamos la felicidad, la familiaridad, la lealtad y el amor. Nos desplazamos de un lugar a otro otorgándole probidad y poder a la codicia, la ambición y la banalidad material, convirtiéndonos en borregos de la élite que nos seduce en esa vocecita sublime, falsa y divertida que corrompe nuestro ser y nuestra esencia de vida.

Nuestras voces gritan justicia, otras simplemente la murmuran y la fracción de la élite global la silencia con el sistema visceral e impune del poder. De esta manera, las voces de la justicia, desgarradas en llantos, indignación y frustración son frágiles e inconstantes. Y es que aún siendo victimas o victimarios de la injusticia todos pecamos en este espiral por desconocimiento del verdadero significado de la Justicia, otorgando credibilidad a un concepto erróneo de esta palabra.

La Justicia es punible y su significado real nace en la moral y la conciencia de cada persona en la acción. Es la integridad humana y sus virtudes. Por lo general definimos como Justicia al hecho de juzgar y determinar las acciones ilícitas o inmorales de las personas, asumiendo que de esa manera se corrige al individuo, creyendo que se preserva el orden y la armonía de convivencia social.

En este sentido, le otorgamos valor al juego perverso de la doble moral. Juzgar ni siquiera es una acción punible, es simplemente determinar el comportamiento de alguien y sentenciarlo legalmente o condenarlo categóricamente en un cliché social (prejuicio). La Justicia en esencia, es parte de nuestro ser, si nuestros valores, sentimientos, pensamientos y consciencia se vulneran en el proceso de nuestra evolución por crianza, educación y abrigo de nuestro seno humano (familiar – social) entonces nuestras voces desde lo más interno son injustas, inicuas y quebrantables.

Tu voz puede ser coherente e incoherente, todo depende del oído que te escuche. El punto es, que los oídos escuchan de acuerdo a su consciencia e inconsciencia, acorde a sus sentimientos de bondad o maldad. La necesidad de ser escuchados es latente en las mayorías. Tu voz puede ser valorada o subestimada, incluso quienes adversan tu voz, te pueden escuchar con el objetivo de establecer estrategias para tergiversar el mensaje o para utilizarlo en tu contra; en el mejor de los casos pueden escuchar tu voz para reflexionar y mostrar empatía.

Mi voz es vulnerable, cambiante y se transforma acorde a mis emociones, sentimientos, pensamientos, valores y sensaciones. Mi voz manifiesta sed de justicia, mi voz interior siente hastío ante tanta iniquidad, banalidad e indiferencia. La mejor manera de proyectar mi voz es en la acción, en total silencio. Mi voz en ocasiones puede ser una daga ante los oídos que no están aptos para la verdad y para quienes incluso adversan la verdad.

Mi voz al igual que la mayoría de las voces, suena en un cúmulo de mensajes que son aplastados, castrados y silenciados por el espectro masivo creado por la élite para que las voces más sensatas, humanas e integras jamás se escuchen, se perciban o se lean. Es antagónico que para las mayorías es más cómoda la distracción, el morbo inicuo y fatuo creado de manera intencional para saciar el ego, la arrogancia y la necia necesidad de mostrarnos, la absurda sensación de aceptación y la latente ansia de poder que yace como un gusano en el alma de la humanidad.

En este sentido, nuestras voces son simplemente distorsionadas y acumuladas en ondas de energías que van y vienen. El oído más importante para que nuestra voz tenga integridad, fundamento y sea verbo cargado de verdad, humildad y nobleza es tu consciencia y ser interior (alma – espíritu).


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