ES DIGNO SENTIR COMO LA CORONELA MANUELA SAENZ


Por: Erika Calanche Ramos.

“Los hombres de luchas internas, entre lo que dicta el alma y la conciencia, resguardan sus temores en mujeres apasionadas que se debaten en si misma en el intenso dilema de ser damas o mujeres. La vana idea de cambiar el todo, les arrastra como una inmensa ola a la crueldad del realismo”


Es digno sentir como la Señora Manuelita, mujer de ímpetu, pasión, inteligencia y carisma, idolatrada y musa inspiradora del Libertador. Aunado a ello, mereció honores por el Mesías de la América en aquellos tiempos de guerras por el temple y la valentía que asumió al incorporarse a la división de Húzares y luego a la de Vencedores, organizando y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendió a los soldados heridos y batió fuego a la par de los enemigos para rescatar heridos, por esto y más Sucre la postula al General Bolívar como la Coronela del Ejercito Colombiano.

Mujer de fina intuición, aún en estos tiempos se sienten y se huelen sus magnánimas ideas de Libertad, hoy despiertas del letargo en las venas y la conciencia de la latinidad rebelde con ansias de justicia social. Mujeres con esta cognición resultan necesarias y precisas para enrumbar el destino de nuestra historia, otorgando un mejor legado humano y social, librando a todos los continentes de la mezquindad, de los prejuicios egoístas e inicuos de la inconciencia.

El alma de Manuelita retó el despotismo, el egoísmo y la envidia de quienes adversaron el ideal independentista que prosiguió Bolívar del Generalísimo Miranda. Patriota ecuatoriana, "Caballeresa del Sol" fue el nombre que recibió Manuela Sáenz al recibir la más alta condecoración que el Perú revolucionario concedía a los militantes de la causa patriota, la Orden del Sol. "La Sáenz" termino despectivo de los enemigos de Bolívar que reconocían la astucia de esta mujer para alertarlo, del mismo modo que ella se nombraba para demostrar su desprecio ante la hostilidad de éstos.

Ante la partida del Libertador de la presidencia, el 20 de enero de 1830 y de estas tierras que le abrigaron con la misma fuerza con la que le traicionaron, el 17 de diciembre de ese mismo año fallece, generando la desgracia humana y política de sus fieles entre estos su fiel amada y amiga Manuela, quien fue azuzada de la manera más cobarde por Santander, Vicente Azuero, quienes se encargaron de incitar a la gente al repudio absurdo y macabro, mediante carteles alusivos a su integridad y la de su amado amigo el General, y actos como la quema de dos muñecos en la fiesta de la semana mayor (Corpus Christi), en los que personificaron a Manuela y a Bolívar bajo los nombres de Tiranía y Despotismo. La reacción de la Señora Manuela, embargada por la muerte del Libertador S. E. Bolívar, fue obvia; pues destruyó las figuras y todo el andamiaje que las sostenía. El resentimiento santafereño cedió a las acciones viles de Azuero.

Sin embargo, Manuela recibió el apoyo de las mujeres, quienes en consigna pronunciaron «Nosotras, las mujeres de Bogotá, protestamos de esos provocativos libelos contra esta señora que aparecen en los muros de todas las calles. La señora Sáenz, a la que nos referimos, no es una delincuente». El gobierno estuvo a punto de considerar éste y otros llamados de "las mujeres liberales", como ellas mismas se llamaron, pero un folleto, "La Torre de Babel", escrito por Manuela Sáenz, en el que no sólo ponía de manifiesto la ineficacia e ineptitud de los rectores del gobierno que se impusieron como sanguijuelas al poder.

Un manifiesto público de la Coronela en defensa de la calumnia y las facinerosas acciones, expresa: “…Pueden calificar de crimen mi exaltación; pueden vituperarme; sacien, pues, su sed; más no han conseguido desesperarme; mi quietud descansa en la tranquilidad de mi conciencia y no en la malignidad de mis enemigos, en la de los enemigos de S. E. El Libertador. Si aún habiéndose alejado este señor de los negocios públicos no ha bastado para saciar la cólera de éstos, y me han colocado por blanco, yo les digo: que todo pueden hacer, pueden disponer alevosamente de mi existencia, menos hacerme retrogradar ni una línea en el respeto, amistad y gratitud al General Bolívar; y los que suponen ser esto un delito, no hacen sino demostrar la pobreza de su alma, y yo la firmeza de mi genio, protestando que jamás me harán ni vacilar, ni temer. El odio y la venganza no son las armas con que yo combato; antes si desafío al público de todos los lugares en donde he existido a que digan si he cometido algunas bajezas; por el contrario, he hecho todo el bien que ha estado a mi alcance… ¿Por qué llama hermanos a los del sur y a mi forastera?... Seré todo lo que quiera: lo que sé es que mi país es el continente de la América y he nacido bajo la línea del Ecuador”. [1]

Estas palabras muestran la sensatez de la Coronela para defenderse de la injuria pública y de los adversarios del Presidente y General Simón Bolívar. Hasta ahora, la injuria histórica nos plasma a Manuela como la amante indigna, pues, la mezquindad, el machismo de los sucesores y aquellos eruditos de la élite que escribieron la historia tergiversaron la realidad de los hechos que se suscitaron en la época, tanto que 179 años después de la fecha de muerte del Libertador, los escritores e historiadores contemporáneos basaron sus escritos en estos lúgubres textos. Sin embargo, la verdad es un verbo tan genuino y absoluto que siempre nace un quisquilloso para despertar a la mayoría del letargo con el mismo ímpetu con el que se dieron estos apasionados escenarios.

Siempre recuerdo las clases de historia y ese tono irónico de la maestra al relatar de manera muy escueta y disculpe usted maestra, pero con la llegada del Comandante desperté para entender que me deformaron al decirnos que Páez salvó a la República de Venezuela del plan ambicioso de Bolívar, Manuelita, Sucre, Ribas y los demás próceres y héroes anónimos con la fundación de la Gran Colombia. Caramba, acertaron al expresar ambicioso este proyecto, pero más aún, fue visionario. Lamento aseverar por las acciones de unos cuantos tantos en el poder, que hasta ahora la inconciencia ha frenado la marcha de este ideal de manera acelerada y necesaria para que mi hijo y los hijos de esta patria sean poseedores de una cultura meramente cognitiva de lo que implica el bienestar social. Nunca nos relataron el idealismo de esta Libertadora y su determinante participación en la Guerra de Independencia latinoaméricana; por el contrario recuerdo a la profesora de Historia de Venezuela en el liceo, mostrarla como la amante del Libertador, en mente me dije: que dichosa esa mujer que pudo intimar en cuerpo y alma con un héroe y conocerlo mejor que nadie. Entonces, me pregunto: ¿Es tan indigno otorgar libremente un sentir tan sublime como el amor? ¿Creen que fue infeliz una mujer que amó cuanto quiso e hizo cuanto soñó hacer?

Muchos en sus prejuicios la señalan de infiel porque estaba casada, pues si le fue infiel a un negocio legalizado y amparado por la iglesia, sin embargo, no le fue infiel a sus sentimientos, pensamientos e ideales, más aún fue la única persona literalmente de confianza de Bolívar. No obstante, es necesario considerar que en esa época a las Señoritas se les arreglaba los matricidios con señores que enaltecieran la casta de la familia y supuestamente dignificaran la pureza del linaje. Mis apreciados lectores, esta Dama burló estos prejuicios y demostró en esa época como cuan mujer de este siglo XXI, que los mismos privan al ser de esta libertad plena, y se arriesgo a ser peligrosamente feliz.

A continuación, se plasma extractos de una carta que le escribió al doctor James Thorme, con la finalidad de que se reflexione el digno sentir de nuestra Libertadora. “…Y cree usted que yo, después de ser la predilecta de este general por siete años y con la seguridad de poseer su corazón prefiera ser la mujer del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad? Si algo siento yo es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. Me cree usted más o menos honrada por ser él mi amante y no mi esposo?¡Ah! Yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarme mutuamente…El amor les acomoda sin placeres, la conversación sin gracia y el caminar despacio, el saludar con reverencia, el levantarse y sentarse con cuidado, la chanza sin risa; estas son formalidades divinas, pero yo, miserable mortal que me río de mi misma, de usted y de otras seriedades inglesas, etc., ¡qué mal me iría en el cielo! Tan malo como si fuera a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues los ingleses me deben el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fuese usted conmigo…” [2]

Atajo la continuación del mismo para compartir una anécdota que viví con un estimado y bien recordado profesor de la cátedra “Desarrollo Sociopolítico del Estado”, la cual cursé en la universidad, a quien le expresé un día de esos tantos, mi simpatía por lo que implicó la vida de esta gran mujer que revolucionó con rebeldía el alma libertaria de la época y el corazón de Bolívar. En ese mismo instante miró mis ojos con cierta picardía y me preguntó: ¿realmente te gustaría ser como ella, te gustaría ser como Manuela Sáenz? Sinceramente, guardé silencio y no respondí, pues no supe como justificar este sentir rebelde y feminista que me identifica con el mismo sentir de justicia humana y tal afán por cambiar los sistemas políticos y el modo profundo para nutrir la conciencia de la mayoría, si apenas se puede con la nuestra. Asimismo, la complejidad en la que constantemente se debate una mujer ante el prejuicio y la inconciencia por parte de la mayoría de lo que implica el amor y la sexualidad. En este sentido, disculpen tal subjetividad que expreso con alma y pensamiento, pero me dignifica identificarme con esta Señora y se que son muchas las damas y jovencitas que les honra coincidir con estos pensamientos y sentires que dejó plasmados la idolatrada Manuelita en sus cartas y diarios.

En consecuencia, no sólo admiro su temple humanista sino su valentía para encarar sus ideales, quien se enfrentó con poesía y pasión a la Guerra y a las estrategias políticas, pues, esta señora profundizó con sabiduría cada texto que implicara nutrir sus conocimientos; relacionados con la política, las sociedades, los sistemas y estrategias geopolíticas, las artes, las literaturas, las tácticas militares y mejor aún llevó en su vena de la justicia benévola, tal y como expresó Bolívar a Santander, quien se irritó por la presencia de la fiel amiga en el Ejercito de Colombia como la Coronela, pues ella tenía una clara intuición de lo bueno y lo malo.

Tal y como expresó la Señora Sáenz en su diario, la historia absolverá su ser en reposo de la crueldad y la desgracia que se abatió en su contra y en contra de su gran amor Bolívar y la Independencia de los pueblos latinoamericanos. En conclusión, la musa que inspira ahora estas líneas son las cartas que Manuela y Bolívar se escribieron en aquellos tiempos de luchas internas, de conciencia, de luchas sociales y políticas ante la premura necesaria del cambio ideológico de la sociedad que yacía en el yugo español y embargada en los prejuicios de la fatua elite que aplastaba la dignidad de nuestros pueblos del caribe, de la línea del Ecuador y debajo de ella. Sin más invito a ustedes a regocijarse en la poesía literaria que destacó a estos dignos héroes amantes de la libertad plena y a evaluar exhaustivamente los modelos de formación histórica que aún se les imparte a nuestra generación de relevo de la verdad de nuestra patria y sus fundadores.

Manifiesto de Manuela Sáenz que circuló en Bogotá en una hoja impresa. Bogotá, 30 de junio de 1830. Las más hermosas Cartas de Amor entre Manuela y Simón. Fundación Editorial El Perro y La Rana, 2006.
Manuela Sáenz le responde una carta al doctor James Thorne, su esposo. Sin fecha. Las más hermosas Cartas de Amor entre Manuela y Simón. Fundación Editorial El Perro y La Rana, 2006.

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